miércoles, 24 de abril de 2013

Comunicación positiva. Parte 5.

Nosotros no somos partidarios de los castigos. Bajo nuestro punto de vista, sólo sirven para que los niños aprendan a hacer las cosas a escondidas. Ojo, esto no quiere decir que cuando algo está mal no haya ninguna consecuencia.

Muchas veces, la línea que separa el castigo de la consecuencia es muy sutil y difícil de diferenciar.

El objetivo, al menos para nosotros, no es que el niño deje de hacer algo, sino que sepa por qué no se debe hacer y que si lo hace, puede tener consecuencias.

Hoy, en la comunicación positiva, vamos a ver alternativas al castigo.

Alternativas al castigo.

Lo primero de todo es saber diferenciar qué es un castigo y qué es una consecuencia. Un castigo es una privación deliberada durante un tiempo determinado o el acto de hacer daño (física o psíquicamente) con la intención de dar una lección. Una consecuencia es un resultado natural de una conducta. Por ejemplo, si un niño pinta una pared y no le dejamos ver la tele, es un castigo, sin embargo, si hacemos que limpie la pared, es una consecuencia.

¿Cómo podemos cambiar la manera de educar a nuestros hijos?

Señala la manera de ser útil. Es mucho más productivo y constructivo decir "ayúdame con la compra. Coje ese paquete de galletas y ponlo en el carro", en vez de "cuando lleguemos a casa te vas a enterar".

Expresa una censura rotunda sin atacar el carácter. En lugar de decir "comes como un marrano", es mejor "no me gusta nada como comes. Lo estás ensuciando todo".

Dile cuales son tus expectativas. Expresa lo que sientes y dile lo que esperas para la próxima vez. Es preferible "cuando te presto algo, espero que me lo devuelvas" a "no te lo dejaré nunca más".

Enseña al niño como rectificar. Por ejemplo, "lo que hay que hacer es limpiar la pared que has pintado".

Da opciones. En vez de decir "como te vuelva a ver correr, te doy un bofetón", prueba con "deja de correr, tienes dos opciones: o caminas tranquilo a mi lado o te sientas en el cochecito".

Toma medidas. En lugar de "te la has ganado", sienta al niño en el cochecito mientras dices "vale, has elegido ir sentado".

Permite al niño que experimente las consecuencias de sus faltas. Consecuencias naturales al acto en sí. "Cuando aprendas a pintar en el papel, en vez de en la pared, podrás utilizar los lápices".

A veces, lo ideal es llegar a una resolución conjunta. Tratar según que situaciones con los niños puede llevar a encontrar una solución que nos satisfaga a todos de una forma más sencilla. Veamos:

1. Habla de los sentimientos y necesidades del niño. "Estoy pensando que no es fácil dejar de jugar cuando estás tranquilo y relajado pasándotelo bien con tus juguetes".
2. Habla de tus sentimientos y necesidades. "Pero por otro lado, me frustra tener que discutir contigo para que te bañes".
3. Exprimid vuestros cerebros para encontrar una solución mutuamente aceptable (algo en plan "unamos nuestros cerebros para encontrar una idea que nos guste a los dos").
4. Apuntad todas las ideas sin evaluarlas.
5. Comentad las ideas, decidid cuales os gustan, cuales son desechables y cuales seguiréis en el futuro.

Al encontrar una solución conjunta, además, les estáis haciendo partícipes de una situación y el hecho de que sean parte activa de esa solución propuesta hace que sean más proclives a comprometerse y responsabilizarse.

Por último. A veces, el niño reincide y se disculpa. Decir "lo siento" está muy bien, pero puede convertirse en una técnica en la que le permite una disculpa rápida para salir del paso y repetir una conducta no deseada más adelante. Ante un "lo siento" o "perdón" reincidente va bien un "me alegra que lo sientas, en un primer paso muy importante. Ahora deberíamos pensar qué hacer para que no vuelva a pasar".

Como colofón. Los premios, como refuerzo a una actitud positiva, son tan negativos como lo son los castigos. Utilizando ambas técnicas lo que se trasmite es que se hacen las cosas bien para obtener una recompensa o evitar un castigo sin interiorizar el por qué es conveniente hacer las cosas bien hechas. Las consecuencias (tanto positivas como negativas) permiten, precisamente, aprender por qué es conveniente actuar de una manera o de otra.

Esperamos que os sirva de ayuda.

Saludos excursionistas.

Fuentes de este artículo:
Como hablar para que sus hijos le escuchen y como escuchar para que sus hijos le hablen. Adele Faber y Elaine Mazlish. Ed. Medici.
ISBN: 9788486193867

miércoles, 17 de abril de 2013

Trucos para salir: como hacer potitos caseros.

Nena come ya purés sencillitos de verdura y carne o de fruta, por lo que el salir de casa ya no es tán sencillo como guardar pañales y toallitas. Hay que planificar lo que comerá, si es que coincide con su hora de comer, y donde llevarlo.

Una solución, quizás práctica, es comprar los consabidos potitos. Pero no nos convence mucho. Llevan sal, azúcar... y por mucho que digan, no creo que tengan el mismo valor nutricional que un buen puré casero (desconfiados que somos, mira).

Una solución sencilla es haceros vosotros mismos vuestros propios potitos. Sólo necesitareis el puré que queráis conservar y frascos de cristal (es muy importante que sean de cristal, ya que es imprescindible esterilizarlos).

Para empezar, haced el puré como acostumbréis a hacerlo siempre.

Poned en una olla grande agua a hervir. Cuando esté hirviendo a borbotones meted los frascos y las tapas. Poned una tapa y dejadlo media hora. El objetivo es que los frascos y tapas queden esterilizados. La tapa sirve para crear una atmósfera esterilizadora, ya que no tenemos un autoclave (por decirlo de alguna manera, al hervir con la tapa puesta, estamos utilizando un autoclave casero).

Sacad los frascos y llenadlos con el puré. No los llenéis hasta arriba. Dejad uno o dos dedos sin llenar. Añadid un chorro de aceite de oliva que cubra toda la superficie del puré (vamos, haced una "tapa" de aceite). Esta tapa aísla el puré del aire en el caso de que el frasco no quede perfectamente cerrado y sirve también de conservante. A la hora de consumir, podéis mezclarlo con el puré o desecharlo con una cuchara. Va a gustos y al aspecto que tenga.

Poned la tapa al frasco, pero no la cerréis del todo. Así, cuando el poco aire que quede se caliente, podrá escapar. Si no, el frasco podría estallar.

Y por último, volved a meterlo en el agua hirviendo y tapad de nuevo la olla. Dejadlo hirviendo otra media hora.

Una vez los saquéis del agua, acabad de cerrar fuertemente las tapas (vamos, les dáis un buen apretón para aseguraos de que están bien cerradas). Y ya tenéis vuestros potitos.

No necesitaréis congelar ni frío para conservarlos. Y podéis llevaroslos donde haga falta sin necesidad de llevar una nevera.

También sirve para conservar mermeladas, compota o ¿por qué no? un buen guiso.

¡Ah! No se os ocurra atajar con trucos en plan "meter el puré muy caliente en el frasco y guardarlo boca abajo para que no entre aire"... puede contaminarse y ser muy peligroso. Especialmente para los bebés.

Espero que os haya gustado esta entrada que, no solo permitirá que vuestro bebé coma bien y sano, sino que además os permitirá reutilizar muchos de los frascos de cristal que tengáis por casa.

Saludos excursionistas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Una sobre opinólogos...

Esta entrada va sin numerar... normalmente hablamos de algo que nos interesa y por no hacerlo largo, numeramos y dividimos...

De tanto en cuanto daremos opiniones... no las numeraremos, puesto que no sabemos si será sólo una o serán varias. En cualquier caso allá va... (y que sea lo que la deidad que adores/respetes/ignores quiera)...

Llevo una temporada en la que todo a mi alrededor son justificaciones. Me he tenido que justificar yo por seguir dando teta (Nena cumple hoy ocho meses y hay quien lo ve como algo horrendo), y con la misma persona se estaba justificando una vecina por dar biberón. Otra vecina ha dado explicaciones de por qué, su tierna retoña, no va a ir a la guardería por las tardes. Hay que dar explicaciones de por qué no dejamos a los niños llorar... o de por qué sí... de lo que comen... de lo que dejan de comer... de si van al cole o guardería... de por qué no....

Sinceramente, a mí me resulta agotador. Yo, o mejor dicho, nosotros, hacemos lo que pensamos que es mejor para nuestros hijos. Y estoy segura, de que mi vecina, esa que le chilla al niño y no tiene empatía con él los cinco segundos que la veo en la escalera, también... y la chavala que va lidiando y no entendiende a su hija, porque tiene más interés en mirar a una hormiga que en ir al mercado, el segundo que me cruzo con ella en la esquina, también...

Es tan fácil juzgar... yo hace dos días me quise morir cuando estaba batallando con Nene en el portal y salieron del ascensor dos vecinos... argh! "Mano dura", me dijo uno... "es tan pequeñito..." me dijo el otro... toma ya... ¿con qué amable "consejo" te quedas, encima?

Y yo digo... ¿y a vosotros... qué más os dá? Nadie sabe si es la primera vez que mi hijo monta un "pollo" y por tanto es muy chiquito... o si es una costumbre y por tanto es culpa mía por no emplear una "mano dura"... es más... esa persona que pase en ese momento no sabe tan siquiera como funciona Nene o como funcionamos nosotros como familia...

Así que, desde aquí lo digo y lo envío. Querido desconocido o conocido alejado, agradezco profundamente que te preocupes por mi prole. Es muy considerado por tu parte. Pero si no pretendes pasar una semana con ellos (y créeme, haras muy mal negocio porque comen mucho los dos), abstente de hacerme comentarios sobre como educarlos, criarlos o enseñarlos. Si pretendes hacerlo tú, no hay problema. Si no, tus comentarios caeran en saco vacío y no esperes otra cosa distinta a una bordería (si me pillas de buenas y soy comedida) o directamente una grosería (que achacaré a la falta de sueño... nunca pensé que estaría tan agradecida a que Nena no me deje dormir).

Así que ya sabéis... antes de dar consejos bienintencionados a quien no los ha pedido... pensad que quizás, muy quizás, hay detrás una Mama con mucho sueño por culpa de Nena que puede no necesitar oírlos y sí descargarse....

Avisados estáis... luego, no os quejéis.

Saludos excursionistas.

martes, 2 de abril de 2013

¿Jugamos a un juego? Parte 2.

Después del parón de semana Santa, retomamos nuestra actividad normal y volvemos a la carga. Hoy proponemos una nueva entrada sobre el juego y su importancia en el desarrollo. Esparemos que os guste.

El juego funcional o de ejercicio.
Los juegos de ejercicio pertenecen al estado sensoriomotor, por lo que son propios de los dos primeros años de edad. Consisten en repetir una y otra vez la misma acción con la intención de obtener un resultado inmediato.

Este tipo de juego se puede hacer tanto con objetos o personas como sin ellos:
  1. Arrastrarse, gatear, caminar, balancearse, etc... son acciones que se consideran juegos de ejercicio con el propio cuerpo. Permiten dominar el espacio gracias a los movimientos.
  2. Morder, chupar, lanzar, agitar, golpear... se consideran juegos de ejercicio con objetos donde se manipula y se explora sensorialmente las  cualidades de los objetos.
  3. Sonreir, tocar o esconderse son acciones que se consideran juegos de ejercicio con personas. Favorecen la interacción social.

El juego funcional es beneficioso para:
  • El desarrollo sensorial.
  • La coordinación de movimientos y desplazamientos.
  • El desarrollo del equilibrio estático y dinámico.
  • La comprensión del mundo que rodea al bebé (que los objetos y personas no desaparecen, que las cosas ocurren por una causa-efecto, que los objetos se pueden combinar entre ellos, etc.).
  • La autosuperación (cuanto más se práctica, mejor se hace).
  • La interacción social con la persona de apego.
  • La coordinación óculo-manual.

La evolución que presenta este tipo de juego es muy rápida. La podríamos clasificar de la siguiente manera:
  • Desde el nacimiento hasta los cuatro meses. Durante el primer mes de vida, el bebé tiene unos reflejos involuntarios y automáticos ante cualquier estímulo. Poco a poco, algunos de estos reflejos se van tornando más útiles (gira la cabeza hacia un sonido, por ejemplo). Los adultos estimulamos al bebé con objetos, captando su atención hacia los objetos de su entorno. Entre los dos y cuatro meses, el bebé pone en marcha un tipo de conducta llamada "reacción circular primaria". Esta conducta se inicia por azar e involuntariamente, y produce un resultado tan placentero que motiva al niño a repetirla una y otra vez hasta conseguir el mismo efecto. Así pues, el bebé juega con su propio cuerpo y realiza acciones por propio gusto (mirar un objeto, balbuceos, sonrisas...).
  • Desde los cuatro hasta los ocho meses. En este periodo aparece la "reacción circular secundaria". El bebé descubre de nuevo por casualidad una conducta que le interesa, pero esta vez sobre el entorno físico y social. El bebé empezará a coger y manipular objetos mejorando su coordinación. Empieza pues, el juego de ejercicio con objetos: los mueve, los gira, los manipula. Los adultos solemos ofrecer juguetes que favorecen la exploración sensorial (sonajeros, llaves de colores...) y empezamos también a hacer juegos de interacción social (juegos de falda, mimitos...). Si paramos el juego que estamos haciendo con el bebé, este nos pedirá que la reanudemos con balbuceos o agitándose. A esto se le llama "procedimiento para prolongar un espectáculo interesante". Cuando el bebé empieza a imitar al adulto, se amplia el juego buscando una participación más activa (comienza el palma palmitas o cinco lobitos).
  • Desde los ocho hasta los doce meses. En esta etapa la atención sobre lo que ocurre alrededor del bebé está más acentuada y empieza a realizar acciones concretas para conseguir un fin. La acción ya no se produce por casualidad, es intencionada y con el fin de conseguir un objetivo. En este punto aumenta el interés por los objetos en sus acciones. Se produce, también, una mayor comprensión del entorno y la realidad, por lo que el bebé puede encontrar objetos escondidos a su vista, trasladarse para alcanzar un objeto, utilizar un objeto como contenedor de otro, ofrecer un objeto para que se lo pongamos en marcha, dejar caer y tirar objetos... En este momento aumenta, también, la capacidad locomotora del bebé (pueden arrastrarse, gatear o empezar a andar), lo que permite aumentar el espacio y los objetos a explorar. También damos más protagonismo al bebé con los juegos de falda, por lo que interactúa más con el adulto y puede pedir el inicio de un juego concreto (por ejemplo, puede taparse los ojos para jugar al cucú-tras).
  • Desde los doce hasta los dieciocho meses. En esta fase el bebé entra en una etapa de experimentación (a ver que pasa si hago esto). Comienza a utilizar los objetos de una forma más instrumental: utiliza los objetos para alcanzar otros que le interesan más. Un bebé en esta etapa puede intentar localizar un objeto escondido aunque no haya visto esconderlo, puede tirar de una cuerda para acercar un objeto o activar juguetes después de una demostración. También empieza a imitar gestos aunque no pueda verlos en sí mismo.
  • Desde los dieciocho a los veinticuatro meses. En este punto el bebé es capaz de hacer una representación mental de lo que quiere hacer. Es una etapa que se caracteriza por la imitación sin necesidad de que el modelo esté presente. Este tipo de juego abrirá las puertas al juego simbólico y comienzan a ser una representación de los quehaceres cotidianos.

Como podemos ver, el juego es básico para que el bebé aprenda a conectar con el mundo que le rodea, y es tan importante como el comer o el dormir, puesto que es lo que le va a permitir adquirir todas sus habilidades.

Esperamos que os haya resultado interesante.

Saludos excursionistas.